martes, 20 de enero de 2009

Resignación (A mi tía).


Se tocó el bazo
hinchó cada pierna en cadenas de gritos
un abrazo entre cada ojo amputado
cerró la luz para siempre.
Se despidió del lenguaje
mientras se recostaba en la cama,
derramó saliva entre días de llanto
despreció el bastón y cayó mil veces.
Más tarde o al mismo tiempo, quizá antes,
encontró sólo un brazo
el otro había escapado en la madrugada
recordando los sacos de café,
recordando los tambos de gas,
que cargó en su juventud,
O pueda que por las chineadas que tanto me dio.
Rodó por las gradas del Tazumal
llevándose con ello nuestra respiración,
inhaló los aires de los cafetales de las nubes,
sintió el frío tormentoso de Apaneca en las cortas con "papá Lipe",
y persiguió al gato misterioso hasta el fondo del bosque,
cada vez más a tientas.
¿Quién puede entrar a la caja de juguetes,
Encender el corazón de un niño muerto,
Querer los duendes,
cubrirlos y regalar su sangre y amor,
esparcirlos por la tierra de los inservibles,
mientras todo por dentro va quedando vacío?
Se abrió el pecho y me dio su corazón cuando el mío dejaba de latir,
seguidamente sus pulmones, su estómago, cada molécula , cada célula,
cada "todo ella", todo su ser.
Y al fondo del caracol sus historias que tanto resuenan,
las que me acompañan en este momento de llanto profundo,
en el que la veo caer hacia el abismo negro donde se reunirá con las medusas,
la de las profundidades.

Foto: Metzy




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